jueves, 5 de junio de 2008

La iglesia y la vida personal del creyente

Una pregunta interesante que debemos hacernos es ¿hasta dónde puede intervenir la iglesia local, representada por su liderato, en la vida personal de sus miembros? En un artículo reciente (Conoce a tu enemigo) de la Revista Diálogo, publicación de la Universidad de Puerto Rico, se acusó a las iglesias de, y cito, “…se entrometen hasta en lo más íntimo del individuo, manteniendo con miedo lo que la razón no aguanta.” Por el momento trabajaremos con la primera parte de esta acusación “se entrometen hasta en lo más íntimo del individuo”. En el contexto del artículo se compara a las iglesias con sistemas de gobierno totalitario. Como cuestión de hecho, en el artículo no presentan ningún ejemplo de esta conducta por parte de la Iglesia.


El balance delicado entre la vida personal y privada del individuo y la vida de la comunidad cristiana a la que pertenece, es de vital importancia para el desarrollo saludable de ambos. La privacidad del individuo no puede ser violada bajo ninguna circunstancia. Toda decisión que él tome deberá ser respetada y se espera que sus acciones sean siempre voluntarias y nunca como resultado de la coacción. Este principio es uno de los que separa a la Iglesia de las otras organizaciones. A continuación varios ejemplos a lo largo de esta línea de pensamiento.




  • La primera iglesia – Jerusalén


En el libro, Hechos de los Apóstoles, se presenta con claridad la unidad y vida de comunidad que distinguía a las primeras iglesias: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles (Hechos 4:32-37)”. Note que las personas vendían voluntariamente algunas de sus propiedades y el dinero que generaban lo traían a los líderes de la Iglesia para que se cubrieran las necesidades de todos sus miembros; repartiéndose a cada uno según su necesidad. Nadie les imponía que tenían que vender sus propiedades para hacer aportaciones a la Iglesia. En el contexto cristiano se respeta el individuo y su propiedad.



En el próximo capítulo de este libro se relata la siguiente situación “Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. (Hechos 5:1-4)”. Una pareja vendió una propiedad y trajo a los líderes parte del dinero, dando a entender que esa cantidad correspondía al costo total de la propiedad. Uno de los líderes, que no estuvo presente cuando él hizo la venta, le dice que estaba mintiendo no a ellos sino al Espíritu Santo. Luego le dice, era tu propiedad no tenías que vendarla. En otras palabras, la venta de las propiedades no es un mandamiento que ha impuesto la Iglesia, sino que es una decisión que están haciendo los creyentes voluntariamente movidos por el amor a sus hermanos. Incluso cuando la vendiste, no tenías necesidad de entregarnos dinero, pues es tuyo y podías hacer con el lo que quisieras. El problema fue que mintió y no la cantidad de dinero que entregó  a los líderes (no la totalidad, sino una parte). Esta situación indica que la visión cristiana respeta las decisiones del individuo y su propiedad. Sin embargo, disciplina sin vacilar a aquellos que tratan de manipular a la comunidad de creyentes.





  • Iglesia en Corinto



En el capítulo siete de la primera carta de Pablo a los corintios (versos 39-40) el comienza a responder a varios asuntos que ellos le habían consultado por escrito previamente; “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor. Pero a mi juicio, más dichosa será si se quedare así; y pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios.” Una vez que muere el marido, la mujer esta libre para casarse con quien desee. No se establece cuanto tiempo tiene que esperar, en qué lugar se debe casar o específicamente con quién debe hacerlo. La recomendación es que sea con un cristiano. De hecho, recomienda que lo mejor fuera no casarse nuevamente, pero la decisión es de ella. En cada una de sus respuestas se puede apreciar que la visión cristiana respeta al individuo e incluso las decisiones que tome.


Lo anterior no quiere decir que cuando un cristiano cometa una falta se le pasará por alto porque esa fue su decisión. Al contrario, la Escritura establece con claridad, que es el deber de los líderes (Iglesia) educar a sus feligreses para que tengan una conducta cónsona con la marca que le debe distinguir, la marca del amor verdadero, y corregirlos con mansedumbre cuando hayan cometido una falta, de manera que sean restaurados lo antes posible.



Por lo dicho anteriormente y por muchas otras instancias en el Nuevo Testamento con el mismo sentir, la acusación que se presentó en el artículo de la revista Diálogo es falsa. La doctrina cristiana establece con claridad que las iglesias deben respetar al individuo, sus decisiones, y su propiedad; y mucho más sus situaciones íntimas. Esta es la visión correcta de la relación que debe existir entre la Iglesia y sus miembros.




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