sábado, 18 de octubre de 2008

Él está presente y no está callado

La Escritura establece claramente que Dios tiene cuidado de sus hijos y uno de sus fines es completar la obra que comenzó en ellos. Este proceso incluye corregirlos cuando no actúan conforme a su voluntad. La corrección es con el propósito de:




  • confrontar a la criatura con su maldad, esta confrontación se logra cuando se analiza la situación a la luz de la Palabra de Dios,

  • convencerla de que ha actuado mal,

  • hacerla consciente de lo que es capaz de hacer cuando está alejada de su creador,

  • mostrarle que su maldad tiene consecuencias inmediatas y a largo plazo,

  • producir en ella una profunda tristeza que lleve al arrepentimiento,

  • restaurar la comunión entre la criatura y su creador, y

  • servir de ejemplo para todos los que están involucrados o tienen conocimiento de la situación.



En esta ocasión queremos analizar con cuidado cómo Dios corrigió a David de su gran maldad. En 2 Samuel 11 vimos que aparentemente David se había salido con la suya, logró quitar a Urías del camino y ahora tenía libre a Betsabé. Pero pasó por alto una gran verdad “Dios está presente en toda situación y no está callado”. Él mantiene el control del universo y de las criaturas que él hizo; y el deseo del corazón de Dios es de bien. La Escritura dice: “Jehová envió a Natán a David…”, esta pequeña porción de la palabra es muy reveladora. Nos habla de los procesos que Dios utiliza para corregir al que ha cometido una falta, sea esta grande o pequeña. Debemos recordar que el propósito de la corrección es la restauración del que ha pecado, por tanto, se debe hacer en privado, con respeto y consideración. Dios ama a su siervo David, y en ese amor envía a Natán para que lo confronte de su maldad con el fin de que la comunión de David con Dios sea restaurada. El que peca, falta contra Dios y a él, sólo a él, tiene que darle cuentas. La corrección se hace pública sólo cuando la persona persiste en pecar y su conducta impropia es evidente.



Hablando en Parábolas


Jehová el Dios eterno, dirige a Natán para que confronte a David a través de una parábola, la Escritura dice: “viniendo a él le dijo: Había dos hombres en una ciudad, el uno rico, y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas; pero el pobre no tenía más que una sola corderita, que él había comprado y criado, y que había crecido con él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado y bebiendo de su vaso, y durmiendo en su seno; y la tenía como a una hija. Y vino uno de camino al hombre rico; y éste no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas, para guisar para el caminante que había venido a él, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la preparó para aquel que había venido a él”. El propósito de la misma era mostrar a David que un hombre con abundancia y sin necesidad, para satisfacer sus apetitos carnales, en su crueldad, quitó a un prójimo lo único que tenía. Natán no llegó con un dedo acusador, sino más bien con un relato a través del cual David mismo se percatara del mal que había hecho.


La Escritura dice: “Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia.” Que interesante y reveladora es la respuesta de David. En ella mostró que, de inmediato, vio la gran injusticia que había cometido el hombre rico y  concluyó que la paga de su maldad era la muerte. ¿Cuál de las situaciones es peor, dejar a un hombre sin comer o matarlo para quedarse con su esposa? No hay duda que la segunda situación es la más desagradable y de mayor impacto en la historia. Por tanto, si el hombre rico era digno de muerte, David era doblemente digno de ella. Pero los pensamientos de Dios son mucho más altos que nuestros pensamientos. Dios ve lo que los hombres no pueden ver. Cuando nos alejamos de Dios, el príncipe de este siglo y sus secuaces (la naturaleza pecaminosa y el mundo), se confabulan para que desobedezcamos a nuestro Señor. E incluso hagamos cosas atroces. Es por esta razón que debemos mantenernos en comunión íntima con Dios, con temor y temblor, pidiéndole que seamos fortalecidos en nuestro hombre interior por su Espíritu, para que hagamos las cosas que son agradables a Él. Venceremos la tentación, no por nuestras propias fuerzas, sino más bien por la fuerza que recibimos del Espíritu cuando clamamos a él y respondemos a su voz.


La Escritura dice: “Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer. Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol.” Cuán hermosa es la palabra del Dios viviente. Sin titubeos, Natán le dice, tú eres ese hombre, tú eres el hombre injusto y sin misericordia del relato. Inmediatamente, el Dios de toda misericordia, trae a la memoria de David todas las bendiciones que Él ha derramado sobre su vida, de manera que nada le ha faltado en ningún área. Te coloqué en una posición muy especial como rey de Israel, te protegí de los que te perseguían, te di todo tipo de bien material, no te faltó compañía y expandí tu reino. Cuando Dios provee, lo hace de forma abundante. Además, le recuerda, y si tenías necesidad de algo más, ¿por qué no lo pediste? Yo te lo habría provisto, si realmente fuera una necesidad.


Al tomar a Betsabé y mandar a matar a Urías, David menospreció la palabra de Dios. Como dice la Escritura, David mató a Urías con la espada de los hijos de Amón. Todo lo que el hombre sembrare eso cosechará. Por tanto, Dios dice a David que su maldad tendrá consecuencias nefastas en la historia de su familia. Dentro de su misma familia habrá violencia sexual y esta será de conocimiento público, todo el reino conocerá de estas desgracias. Esta situación ilustra de manera muy clara que aunque Dios perdona nuestras faltas, ellas tienen consecuencias hasta la misma eternidad. De hecho, es a través de las consecuencias de nuestros pecados que, criaturas finitas y limitadas como nosotros, podemos entender con claridad la gravedad de nuestra desobediencia.


La Escritura dice: “Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás. Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá.” El acercamiento de Natán, bajo la dirección del Espíritu Santo, produce el fruto esperado, David reconoce que ha pecado contra Dios y se arrepiente de su maldad. De inmediato, Natán dice a David, Dios ha perdonado tu pecado y por tanto no morirás. Era digno de muerte, pero el Autor de la vida decidió remitir su pecado. Esto es, Jesús en la cruz, pagó el precio de la maldad de David. Sin embargo, habría una consecuencia inmediata, la muerte del hijo que había nacido de su desobediencia a Dios. De hecho estos pasajes nos muestran que Dios esperó un tiempo considerable para visitar a David y confrontarlo de su maldad. Es posible, que Dios esperaba pacientemente para que David reconociera su maldad por iniciativa propia, pero no fue así. Estaba tan endurecido que Dios tuvo que enviar a uno de sus agentes. Esto nos muestra que no somos espías que tenemos que estar investigando a nuestros hermanos, si alguno de ellos se aleja y no responde como Dios espera, Dios levantará a uno de sus siervos para que vaya a restaurarle. Tenemos que aprender a confiar en la promesa de que Jesús estará con nosotros hasta el fin del mundo y que Dios el Padre tiene cuidado de sus hijos.


La Biblia dice: “Y Jehová hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y enfermó gravemente. Entonces David rogó a Dios por el niño; y ayunó David, y entró, y pasó la noche acostado en tierra. Y se levantaron los ancianos de su casa, y fueron a él para hacerlo levantar de la tierra; mas él no quiso, ni comió con ellos pan. Y al séptimo día murió el niño…” El niño fue herido con una enfermedad de muerte y murió al séptimo día. Tan pronto el niño enfermó, David comenzó a ayunar, a orar y a interceder delante de Dios para que el niño fuera sanado. Sin embargo, la oración no fue contestada como David quería. No siempre que pedimos lo hacemos conforme a la voluntad de Dios. Si pedimos conforme a la voluntad de Dios el nos responde. Como dice primera de Juan 5:14 “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.


La Biblia dice: “Mas David, viendo a sus siervos hablar entre sí, entendió que el niño había muerto; … Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Después vino a su casa, y pidió, y le pusieron pan, y comió.” Tan pronto David se percató de que su hijo estaba muerto, terminó su intercesión y su clamor delante de Jehová. Su intercesión era bien específica, la Biblia dice: “¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño?”. De modo que la intercesión era con el propósito de impedir que muriera el niño. David entró voluntariamente en un proceso intenso de aflicción para convencer a Dios de que no permitiera que el niño muriera. Sin embargo, lo que estaba pidiendo, no le sería concedido puesto que era parte de las consecuencias que tendría que sufrir por su desobediencia.



La Biblia dice; “Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí.” En este momento David reconoce que no tiene poder alguno sobre la muerte para resucitar al niño, por más que lo desee. Además, da entender que ningún mortal tiene, en si mismo, poder sobre la muerte. Si una persona muerta, resucita, esto es, que el espíritu de la persona regresa al cuerpo que tenía antes de morir es porque el Espíritu Santo de Dios ha intervenido. Solo Dios puede resucitar a los muertos. Los siervos de Dios que han resucitado muertos lo han hecho en el poder del Espíritu Santo.

De igual manera, una vez que una persona muere, su espíritu, la parte inmaterial del hombre que es eterna, no puede ser invocado para que regrese al mundo de los vivos. En este caso estamos hablando de algo que es diferente a la resurrección. En una resurrección el espíritu de la persona regresa a el cuerpo que recibió cuando nació. Invocar significa comunicarse con el espíritu de la persona independiente donde se encuentre o traerlo al lugar donde se  está haciendo la invocación. La Biblia es clara, no hay manera de que un mortal pueda acceder a los espíritus de los muertos. Por otra parte David reconoce que cuando el muera podrá encontrarse con su hijo. La muerte física, lo que la Biblia llama la primera muerte, no es más que una separación entre el cuerpo y el espíritu de la persona. De modo que los judíos creyentes estaban claros de la inmortalidad del espíritu y que los justos se encontrarían más allá de la muerte.


La Biblia dice: “Y consoló David a Betsabé su mujer, y llegándose a ella durmió con ella; y ella le dio a luz un hijo, y llamó su nombre Salomón, al cual amó Jehová, y envió un mensaje por medio de Natán profeta; así llamó su nombre Jedidías, a causa de Jehová.” Como es de esperarse Betsabé estaba muy afligida por la muerte de su hijo, al igual que David. En su gracia, Dios permitió que tuvieran un segundo hijo que sería el instrumento para construir un templo terrenal al Dios viviente. Este es el Dios al que servimos, el que cuando nos arrepentimos de todo corazón, el perdona nuestra faltas y nos trata como si nada hubiera sucedido. Lanza nuestras ofensas al fondo del mar y no tiene más memoria de ellas. Por tanto, si te arrepentiste, ya Dios te perdonó y no tienes porque continuar encadenado a la culpa. Tienes que aprender a confiar en lo que Dios es y ha hecho por ti.



Nuevamente Dios envía a su agente Natán para que trajera mensaje a David y le indicara que este hijo era muy amado por Dios. En otras palabras, envia a Natán con buenas noticias a la familia, estoy con ustedes y les he dado un hijo que será grande y de gran bendición para ustedes y para su pueblo.


¿Qué hemos aprendido de esta historia? Si lo deseas, puedes enviar un mensaje de correo, con lo que aprendiste al leer este artículo.


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