domingo, 8 de noviembre de 2009

Creciendo juntos hasta que el día sea perfecto

Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios,  agradable y perfecta. (Romanos 12:1-3)


Pablo comienza suplicando a los hermanos y no ordenándoles; algo común en el apóstol. A pesar de toda la autoridad que le fue dada como apóstol, escritor de la mayor parte de la doctrina del NT y fundador de la mayoría de las iglesias de su tiempo; no impone, sino más bien suplica desde lo profundo de su ser. En su súplica utiliza como base todo lo que Dios en su gracia ha hecho por ellos. Por tanto, lo menos que pueden hacer es, presentar sus cuerpos voluntariamente como instrumentos de justicia. Si consideramos todo lo que Dios ha hecho, está haciendo y hará por nosotros es lógico y razonable que dediquemos toda nuestra vida a su servicio, haciendo las cosas que son agradables a él.


¿Qué tenemos que hacer para ser un sacrificio vivo, santo y agradable? NO CONFORMARNOS A ESTE MUNDO. ¿Qué significa esta frase? Primero, debemos recordar que el diablo es el príncipe de este siglo (mundo). [Aunque el diablo fue derrotado en la cruz y legalmente los reinos de este mundo le pertenecen a Cristo, ellos serán reclamados al fin de la Gran Tribulación.] El diablo ha articulado un sistema (medios de comunicación, escuelas, universidades, etcétera; es decir, una cultura secular) que promueve y desarrolla formas de pensamiento y conductas que son contrarias a la voluntad de Dios. Estas formas de pensamiento y estilos de vida se pueden visualizar como moldes que el sistema impone sobre las cristianos para que no vivan como es propio de los que han sido lavados con la sangre del Cordero y tienen al Espíritu Santo en su interior. No importa dónde estemos, siempre tenemos que estar alertas, puesto que el sistema nos quiere imponer sus patrones hasta darnos una forma que no sea propia de nuestro llamado. Estamos en medio de una batalla espiritual que se libra cada día, principalmente en nuestra mente. Para el cristiano la batalla termina cuando muera o Cristo aparezca por segunda vez. Para el cristiano este es el día donde alcanzará la perfección.


¿Cuáles son algunos de los patrones que, si los adoptamos, nos impiden ser un sacrificio vivo, santo y agradable? Hay muchos que son evidentes, sin embargo, se hará énfasis en algunos de los más sutiles. Por ejemplo:




  • Insatisfacción constante con lo que se es, se hace y se tiene. No se está contento con prácticamente nada: la apariencia, el trabajo, la posición, los logros, las posesiones, etcétera. Además, no se está satisfecho particularmente con el ambiente. Por tanto la queja es un elemento muy común en la conversación. Hay que recordar que se tiende a ver el problema en otros pero no en nosotros (mecanismo de proyección). Incluso se ven los defectos y no las virtudes. Si una persona falla una vez, aunque haya servido bien toda una vida, le ponen un sello y dejan de estimarla como corresponde. Los noticieros y periódicos han caído en la trampa de la insatisfacción, hablan mucho de los defectos y problemas pero no de lo bueno que se hace cada día ya que no es noticia que arrastre las masas.


Necesario examinarnos bien a nosotros mismos, para saber dónde estamos relativo a este molde. Pablo indicó, en Filipenses 4:11, que “aprendió a estar contento”. Aprender es un proceso que toma tiempo y que implica estudio, meditación y disciplina. De hecho, para ese momento, su madurez espiritual era tal, que pudo decir “…con cualquiera que sea mi situación…” ¿Cuántos podemos decir lo mismo? Muy pocos. La mayoría de nosotros estamos contentos y satisfechos cuando las cosas marchan como queremos y esperamos. Cuando las situaciones no son como queremos, aunque sean como Dios quiere, puesto que a través de ellas aprendemos a manejar situaciones difíciles y crecemos, nos afligimos demasiado, protestamos, nos molestamos, e incluso, dudamos si Dios está con nosotros. Esta reacción es propia de los que han sido atrapados por el molde de la insatisfacción.


La respuesta es, como dice Pablo en Filipenses “Regocijaos en el Señor siempre.” Cuando lo hacemos no nos conformamos al siglo. Debemos recordar que “El corazón contento nos hermosea el rostro” (Proverbios 15:13).




  • Como consecuencia del molde anterior – las personas no son agradecidas. ¿Cuántas veces las personas agradecen a otras lo que hacen por ellas? En el mundo la gente es malagradecida – de hecho, piensan que se lo merecen todo y por ende, que no tienen que dar gracias. Reconocen el trabajo de las personas, no en vida, sino cuando ya han muerto. Ilógico, reconocer los méritos de un muerto. ¿Qué valor tiene el reconocimiento para el muerto? Ninguno.


Los apóstoles continuamente recordaban a los hermanos que fueran agradecidos; a Dios primeramente (por la vida, la salud, el alimento, el trabajo, la estabilidad de nuestro país, la libertad de expresión y de adoración, nos libra de todo mal, etc. …) y luego a los hombres (los que se dedican al servicio público con compromiso, los que se dedican a la predicación y a la enseñanza, los que dan de comer a los pobres,…). Tenemos que dar gracias a Dios por todo, puesto que todas las cosas obran para bien a los que aman a Dios; esto es, los que conforme a su propósito son llamados. Obviamente damos gracias por todas aquellas cosas y eventos que no fueron generados por nuestra falta de obediencia a la verdad.


Cuando somos agradecidos nadamos contra la corriente y no tomamos las formas de pensamiento y conducta que son propias de este mundo.




  • Relacionado con lo anterior, a las personas les gusta que los reconozcan. Tal vez, esta es razón por la cual no reconocemos los méritos de los demás. Todos queremos ser el centro de atención, los primeros, los más importantes y que se nos trate con preferencia. Esta situación es agravada por el énfasis desmedido, que se ha puesto en clichés tales como: “Somos cabeza y no cola” y “Somos reyes”. ¿Cuál es el problema de estar en la cola? Porciones de la Biblia que se sacan fuera del contexto. Muy pocos mencionan la otra cara de la moneda, que somos “Siervos (esclavos voluntarios) de Jesucristo”. ¿Cuántos nos consideramos siervos?


El mundo codifica este molde (actitud) en la máxima “Tienes que procurar y luchar arduamente para ser el mejor.” El cristiano no busca ser el mejor, el da lo mejor de sí. Cada uno da conforme a su medida y conforme a ella será juzgado. Por esa razón el apóstol dice (Romanos 12:3) “Nadie tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura,…” Por la influencia del mundo y de nuestra naturaleza pecaminosa, tenemos la tendencia a sobre estimarnos y a sentirnos superiores. Sin embargo, este modelo no proviene de Dios, sino del diablo, idea que inyectó en Eva para que se revelara. El modelo de Jesús es tomar la actitud de siervo. De hecho, la Biblia nos dice en Filipenses 2:3 que “Hágase todo con humildad, estimando a los demás como superiores”. Cristo vino a servir y no a ser servido. Cuando servimos a los demás mostramos que los estimamos y amamos.


En esta misma línea, tendemos a soñar con ministerios e iglesias grandes y su tamaño lo tomamos como una medida del éxito. Francis Schaeffer, un cristiano que impactó de manera profunda el movimiento cristiano occidental, en su libro “No somos personas pequeñas”, enfatizó que debemos buscar siempre los lugares y ministerios pequeños de manera que tengamos tiempo suficiente para estar quietos delante de la presencia de Dios. Dado que lo más importante es estar conectados a la vid (Cristo) para poder dar mucho fruto. Y si Dios nos mueve a lugares grandes, entonces nos movemos, porque en ese caso él nos ha capacitado para manejar la situación y mantenernos en contacto directo con él.


La visión materialista tiende a asociar el tamaño con el éxito. En el cristianismo el éxito se mide por la fidelidad y la obediencia. Dios nos llamó a ser fieles no a tener ministerios grandes. Si andamos en el Espíritu y no nos conformamos a este siglo, Dios irá añadiendo a la Iglesia los que habrán de ser salvos. No podemos confundir los roles, el rol nuestro es amar a Dios sobre todas las cosas, a los hermanos como Cristo amó a la Iglesia y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nuestro rol es vivir y predicar el evangelio. El rol del Espíritu Santo es convencer a las almas de que han pecado, abrir sus ojos para que acepten a Cristo como su salvador y entrar a sus vidas para guiarlos a toda verdad, de manera que crezcan en el conocimiento de Dios. Dios es quién produce el crecimiento de la Iglesia y de sus miembros. Nuestra estrategia es sencilla: estar contentos, dar gracias, proveer para las necesidades de los hermanos y hacer todas las cosas como si fueran para el Señor. Lo demás lo hace Dios.


Por otra parte, debemos evitar caer en el extremo de subestimar y menospreciar lo que somos. No tener complejo de inferioridad. Cada uno de nosotros es una criatura única, con dones y talentos que Dios nos ha dado para hacer la función que nos corresponde dentro y fuera de la Iglesia.




  • Clasificamos y tratamos a las personas de manera diferente, esto es, hacemos acepción de personas. Generalmente tratamos mejor a los que tienen más dinero, mejor educación, mejor aspecto, mejor posición o línea sanguínea. La tendencia es tratar mejor al médico que al basurero. De hecho los estudiosos del tiempo de Jesús (Escribas y Fariseos) intentaban quitar mérito a las enseñanzas de los apóstoles puesto que eran pescadores (personas con ninguna educación y del estrato social más bajo). Incluso Natanael en una ocasión dijo “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”. Éste último permitió que la clasificación injusta se convirtiera en un prejuicio. Esta conducta es completamente desagradable a los ojos de Dios. Dios no hace acepción y trata a todos por igual, ésa es una de las tesis fundamentales de la Biblia.



El apóstol le indica a los hermanos que ellos tienen la responsabilidad de no acomodarse a los moldes de este siglo (Transformaos). De hecho la palabra es “Metamorfosis”, que significa ir más allá de las formas propias de este siglo.  Cuando no te acomodas a estas formas, te estás vistiendo del nuevo hombre, estás andando en el Espíritu y siendo un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Esta metamorfosis se logra mediante la “Renovación del Entendimiento”. La oración, la lectura y meditación profunda en la Palabra de Dios son elementos centrales en la renovación del entendimiento. La lectura y meditación en la Palabra nos permiten ver cuáles son las vestiduras propias del nuevo hombre. Este conocimiento nos sirve de espejo para saber si continuamos vistiéndonos como el viejo hombre, o sea, cuales piezas tenemos que cambiar. La oración es una disciplina espiritual que nos permite acercarnos a Dios y pedirle fortaleza a fin de transformar nuestra forma de pensar y de vivir.


Cuando estamos conscientes de que estamos en medio de una gran batalla espiritual y que debemos vestirnos de toda la armadura de Dios para no ser atrapados por los moldes de este siglo y nos acercamos a Dios mediante la lectura y la oración; comenzamos a crecer espiritualmente y a dar el fruto que es propio de nuestro llamado. Es en medio de este contexto, que Dios añade a la Iglesia, cada día, los que habrán de ser salvos.



Free Hit Counter

Etiquetas: , ,

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio