lunes, 12 de octubre de 2009

¿Qué se entiende por fe?

Condensado del libro "Mero Cristianismo" de C.S. Lewis


En el Nuevo Testamento la palabra fe tiene dos significados que son complementarios. El primero de ellos es, creer o aceptar como ciertas las doctrinas cristianas. En este sentido la fe se considera como una virtud, ya que una vez que la mente humana acepta una cosa como cierta, no continua automáticamente considerándola como cierta. En otras palabras la mente humana no está completamente controlada por la razón. De manera que la batalla es entre razón y fe en un lado y emoción e imaginación en el otro. Por ejemplo; la razón le dice a un paciente informado que la anestesia no le hará daño y que los cirujanos entrenados no harán incisiones en su cuerpo hasta que esté completamente inconsciente. Pero ello no altera el hecho de que cuando está en la camilla y le colocan la máscara, le invade un pánico infantil. Comienza a pensar que se va a paralizar y que lo van a cortar antes de estar preparado. En otras palabras pierde su fe en los anestésicos.


No es la razón la que le está quitando la fe, es su imaginación y sus emociones. Los sentidos y las emociones pueden anular la fe y lo que sabe que es cierto. Aún cuando la razón de una persona le dice que el peso de la evidencia es favorable; vendrán momentos cuando: hay malas noticias, o está en problemas, o vive en medio de otras personas que no creen, y de momento todas sus emociones se levantan en contra de su creencia. O llega un momento cuando desea una mujer, o quiere decir una mentira, o se siente muy satisfecho consigo mismo, o ve la oportunidad de hacer un poco de dinero por un método que no es del todo correcto, o algún momento, de hecho, en el que sería conveniente que el Cristianismo no fuera cierto. Nuevamente sus anhelos y deseos lo llevan lejos. Estamos hablando de momentos donde el sentir se levanta contra la razón y la fe.


De modo que se define la fe como el arte de agarrarse de las cosas que la razón ha aceptado en algún momento a pesar de que los sentimientos cambien. Necesario entender que los sentimientos cambian independiente del punto de vista que tome la razón y que la rebelión de los sentimientos contra la razón vendrá de todos modos. Esta es la razón por la cual la fe es una virtud necesaria: si no le enseñamos a nuestros sentimientos dónde “deben bajarse”, nunca seremos cristianos fuertes, sino criaturas que van y vienen, con sus creencias dependiendo de la condición del tiempo y de su digestión.


Por consiguiente, el cristiano debe entrenar el hábito de la fe. El primer paso consiste en reconocer que los sentimientos cambian y el segundo que las doctrinas básicas del Cristianismo se deben presentar a la mente, por algún tiempo, cada día. Esta es una de las razones por las cuales la oración, la lectura de la palabra y la asistencia a la iglesia son necesarias. Se nos tiene que recordar continuamente lo que hemos creído. Ninguna creencia, incluyendo la cristiana, permanecerá automáticamente viva en la mente. Debe alimentarse. La mayor parte de las personas que se apartan, se van a la deriva porque no alimentan su fe.


El segundo significado, fe en sentido alto, surge cuando la persona ha intentado seriamente de practicar las virtudes cristianas y encuentra que falla, y ve que aún cuando tuviera éxito, le estaría regresando a Dios lo que ya era suyo. En otras palabras, descubre que está en banca rota. Lo más importante que aprendemos cuando intentamos vivir seriamente la vida cristiana (virtudes cristianas), es que fallamos. Otro punto importante es, que cada facultad que tenemos, nuestra capacidad de pensamiento y movimiento, nos ha sido dada por Dios. Si dedicamos cada momento de la vida exclusivamente a su servicio, no le podremos dar nada que en un sentido ya no fuera suyo. De modo que cuando decimos que una persona hace o da algo para Dios, es como un niño que le dice a su padre “dame dinero para comprarte un bizcocho”. Cuando hacemos estos dos descubrimientos, Dios puede comenzar a trabajar con nosotros.


Lo que a Dios le preocupa no son exactamente nuestras acciones, sino que seamos criaturas de cierto tipo o calidad – el tipo de criaturas que se propuso que fuéramos – criaturas relacionadas con Él de cierta manera. Que confiemos de todo corazón en Cristo; que de alguna manera compartirá con nosotros la perfecta obediencia humana que tuvo desde su nacimiento hasta su muerte, que compartirá su posición de Hijo con nosotros y que nos hará más como Él. En otras palabras que Cristo ofrece todo por nada. La vida cristiana consiste en aceptar esta oferta.


Pero la dificultad consiste en llegar a reconocer que todo lo que hemos hecho y podemos hacer es nada. Confiar en Él es tratar de obedecerle en todo. No podemos decir que confiamos en Él si no aceptamos sus recomendaciones. Si nos convertimos debemos estar tratando de obedecerle. Pero esta vez sin preocuparnos mucho. La fe en Cristo es la que nos salva, y de esa fe en Él nacen las buenas obras. “…Ocúpate de tu salvación con temor y temblor. Porque es Dios quién trabaja en ti…”  (Filipenses 2:12-13)



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