miércoles, 21 de octubre de 2009

Puerto Rico, un país bendecido

Cuando se examina cuidadosamente la condición de vida de la mayor parte de la población del mundo actual, se encuentra que vive en circunstancias que están muy por debajo de las condiciones promedio que prevalecen en Puerto Rico. Es decir, el más pobre en Puerto Rico tiene mucho más que lo que tiene la mayor parte de la población del mundo. Esto ha sido así por los últimos 50 a 60 años. La generación actual ha vivido en la abundancia y dado que desde su nacimiento ha estado en ella, no se ha percatado de cuan privilegiada ha sido. Lo que ha facilitado que las bendiciones recibidas no se hayan apreciado ni manejado correctamente y que no se haya dado gracias a Dios por ellas. Sin embargo, Dios en su gran misericordia, ha continuado derramando bendiciones abundantes sobre este país.


Los líderes políticos de turno, los medios de comunicación y las instituciones educativas no han promovido que el pueblo cree consciencia de las muchas bendiciones que ha recibido y de la necesidad de usarlas adecuadamente. En particular, consciencia sobre la necesidad de que cada uno trabaje intensamente para cubrir sus necesidades básicas e incluso hacer algunos ahorros para el futuro, puesto que pueden venir días difíciles. Por el contrario, los poderes vigentes han promovido y creado una sociedad basada en el consumo de productos y servicios, que en su mayoría, no son necesarios. Situación en donde la deuda de la mayor parte de las familias puertorriqueñas es considerablemente mayor que su ingreso. Ejemplo que el pueblo ha aprendido muy bien de sus gobernantes, quienes en los últimos años, han hecho que la deuda del país continúe aumentando al punto de que es alrededor de un 30% del presupuesto anual de Puerto Rico. Nuestros líderes han gastado mucho más de lo que el país ha generado.


¿Quiénes son los responsables de la situación actual por la que atraviesa nuestro país? ¿Los gobernantes? ¿Los medios de comunicación? ¿Las instituciones educativas? ¿Los ciudadanos? Todos, en cierto sentido. De una o de otra manera, todos hemos contribuido, la mayoría, porque ha sido cómplice de la falta de compromiso de nuestros líderes al no denunciar de manera enérgica y consistente el descalabro económico que se ha estado realizando en todas las agencias gubernamentales; y segundo, por el oportunismo del que prácticamente todos somos víctima y que es propio de la naturaleza caída del hombre. Las llamadas agendas personales y de grupo. ¿Quién tiene la razón? Ninguno, todos somos culpables.


¿Cuántos puertorriqueños están endeudados hasta la coronilla de su cabeza? Todos sabemos que en ese barco hay creyentes así como no creyentes. La gran mayoría está siendo arrastrada por la corriente del siglo, la que sostiene, que para ser, hay que tener. El descalabro en esencia es producto de la visión materialista y hedonista que controla nuestra sociedad. En donde el propósito básico de la vida es generar la mayor ganancia posible con el menor esfuerzo, de manera que haya mucho tiempo libre para disfrutar la vida. Como dijo el apóstol Pablo, usan la filosofía irracional “Comamos y bebamos que mañana moriremos”. ¿Cuántos de nosotros fuimos atalayas para alertar al pueblo, cristiano y no cristiano, sobre el maremoto que se avecinaba? Me parece que no en muchos lugares se hablaba de este asunto. La razón sencilla, el mensaje que domina es el que hace sentir bien a la gente, que promueve la paz personal, la prosperidad material y la vida en victoria. Claro está, una definición no bíblica de lo que es vivir en victoria.


La pregunta inmediata es, ¿cómo abordamos el problema para hallarle solución? Desarrollando y promoviendo una visión cristiana de la cultura. Todo lo que el hombre hace tiene connotaciones espirituales. Por tanto, es necesario eliminar por completo la visión incorrecta del dualismo donde se nos empuja la idea nefasta de que hay actividades espirituales y actividades seculares. La biblia es clara, el apóstol Pablo dice que “Todo lo que se haga, de palabra o de hecho, sea para la gloria de Dios”. Pensar que solo se sirve y alaba a Dios en las actividades de la Iglesia es una visión incompleta de la vida cristiana. El trabajo es una actividad contemplada desde antes de la caída del hombre y a través de la cual se cumple con el mandato cultural de “Llenar la tierra y sojuzgadla”. Cuando trabajamos para nuestro sustento, el de nuestra familia, y si posible el de otros, estamos haciendo la obra de Dios. Cuando trabajamos con alegría, dando lo mejor de nosotros, no para agradar a los supervisores, sino para agradar a nuestro Dios, estamos engrandeciendo su nombre y siendo luz y sal de la tierra. La visión cristiana incluye una ética sólida con respecto al trabajo. En esta línea, la Biblia menciona varios principios fundamentales tales como: “el que no trabaje que no coma”, “no deber nada a nadie” y “evitar la usura” que es uno de los pilares básicos de la economía occidental.


La biblia provee los elementos básicos para desarrollar una economía sólida. Donde cada ciudadano trabaja dando lo mejor de si para la gloria de Dios, y por consiguiente, para el beneficio de su familia y de su pueblo. Donde se cumple con la tarea y con el horario por razones mayores, para agradar a Dios, y no por apariencia para obtener ventaja personal. Cuando un trabajador tiene esta mentalidad usa su tiempo sabiamente y es creativo. De hecho, esta verdad aplica a la totalidad de la vida: estudios, labor comunitaria, pasatiempos, y otros. Pero, ¿con cuánta frecuencia hablamos de esto en la Iglesia? El primer paso en la transformación de nuestro país, consiste en transformar nuestra mente para afirmar que la visión cristiana es la VERDAD y que ella abarca la totalidad de la vida y no una fracción muy pequeña de ella.


Continuará...



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