martes, 21 de julio de 2009

Andando en el Espíritu (Efesios 4)

“Os ruego que andéis como es digno de la vocación con la que fuisteis llamados” (4:1). Pablo comienza suplicando a los cristianos de Éfeso, con un ruego que sale de lo profundo de su ser, para que caminen como se espera y es propio de los que han nacido de nuevo. Para poder “andar como es digno”, primero que nada, hay que aprender a pensar y sentir como Cristo. Esto se logra a través de la lectura cuidadosa y prolongada de la Palabra, la oración, y la sumisión a la dirección del Espíritu Santo. El creyente tiene que aprender a escuchar la voz de y a someterse al Espíritu. ¿Cómo detectamos que un creyente está andando en el Espíritu? Sencillo, por la conducta que muestra en su casa, su vecindario, su trabajo y su iglesia.


Ese caminar debe ser “con toda humildad y mansedumbre, soportándose con paciencia los unos a los otros en amor” (4:2). Una persona es humilde cuando reconoce sus propias limitaciones y debilidades, y obra de acuerdo con ese conocimiento. La persona mansa es tranquila y responde de manera suave aun en situaciones de conflicto. Cuando algunos creyentes no andan como corresponde, surgen problemas (choques) dentro de la misma comunidad de creyentes. Es necesario aprender a tolerar y soportar a los demás, con paciencia, aun cuando continúen cometiendo faltas, para reducir y si posible evitar las divisiones que terminarán rompiendo la unidad de la iglesia.


Pablo exhorta a ambos grupos; tanto a los que no andan conforme al llamado como a los que sí lo hacen y están molestos e incómodos por la actitud de los primeros. Andar en el Espíritu significa aprender a soportar con paciencia a los que fallan e incluso a los que lo hacen con frecuencia. [Romanos 14:1-15:7] Jesús mostró esta actitud todo el tiempo con los apóstoles. La humildad es necesaria puesto que nos hace recordar que, en algún momento, seremos nosotros los que estemos andando fuera de la voluntad de Dios y por tanto necesitemos que nos soporten con paciencia. La mansedumbre es necesaria para no responder de manera precipitada o explosiva, aun en el momento del conflicto. La respuesta debe ser siempre con palabra dulce, para que la misma facilite la restauración del ofensor.


“Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (4:3). El creyente debe vigilar con cuidado y esforzarse para que haya paz y armonía entre los hermanos a pesar de los conflictos que surgen en la jornada. La paz es necesaria para mantener la unidad del Espíritu. Para resumir, el apóstol dice que la paz en la iglesia se logra: (1) pensando, sintiendo y actuando como Cristo, (2) soportando y siendo pacientes con los que no viven como corresponde al cristiano, y (3) restaurándolos con mansedumbre.


“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,” (4:17) En esta ocasión el apóstol exige que no continúen actuando como lo hacen los no convertidos. “Si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.” (4:21) Pablo les recuerda que si realmente han aceptado a Cristo como su único salvador y han sido sellados por su Espíritu Santo, su conducta debe ser diferente.


“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,” (4:22). Este es el versículo que muestra la raíz del problema; continuaban pensando y viviendo de acuerdo con el hombre natural (viejo hombre) no restaurado. No habían cambiado los hábitos y conductas que tenían antes de ser cristianos. Todos los hábitos y conductas de la vida anterior son el producto de la influencia de la naturaleza pecaminosa (la carne) y del mundo (cultura dominante de los medios), por consiguiente, no son agradables a Dios. [Gálatas 6:15-25]


“Y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre” (4:23-24). El proceso de transformación comienza en el interior de la persona, renovando la forma de pensar, ya que somos el producto de nuestros pensamientos. Note que no es sustituir algunas de las formas de pensar. Es hacer completamente nueva toda la forma de pensar. Obviamente este no es un proceso que ocurre en un día, toma tiempo. A medida que se renueva el pensamiento se debe renovar la conducta. El Espíritu nos da entendimiento para entender su palabra y fuerza para ponerla en práctica. Sin embargo, nos corresponde a nosotros permitir que el Espíritu nos guíe y responder afirmativamente a su dirección.


El apóstol procede a detallar algunas de las conductas específicas que están manifestando y que no son las esperadas: la mentira, la ira, el robo, la vagancia, el lenguaje impropio y la falta de respeto y consideración a los demás. “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.” (4:25-29).


A la lista anterior, añade las siguientes conductas: amargura, enojo, gritería, hablar mal de los demás, y los pensamientos mal intencionados. “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (4:31-32).


No es difícil aceptar que las conductas anteriores eran parte integral de nuestra forma de pensar y de ser. Incluso reconocemos que continuamos luchando con algunas de ellas puesto que son muy comunes y los hábitos muy marcados.


El apóstol les recuerda a los hermanos que estas conductas impropias entristecen al Espíritu Santo que habita en nosotros y es la garantía de que somos hijos de Dios y herederos de vida eterna. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” (4:30). Renovemos nuestra mente a través de la Palabra y la dirección del Espíritu Santo para que actuemos como se espera de nosotros. Sí continuamos estancados, busquemos ayuda pastoral. [Romanos 12:1-2]



Free Hit Counter

Etiquetas: ,

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio