sábado, 2 de mayo de 2009

Un Llamado a la Verdadera Intolerancia: A Enfrentar a Quienes nos Quieren Etiquetar y Demonizar

Por Miltón Picon

A raíz de las revisiones de los Códigos Penal y Civil de los últimos años, de la discusión de la famosa Resolución 99 y otras controversias públicas, es que hemos visto con preocupación e indignación la cobertura de los medios de comunicación, particularmente de los periódicos El Nuevo Día y Primera Hora, llenas de prejuicios y estereotipos contra todos aquellos que defendemos principios cristianos basados en la tradición judeo-cristiana.


¿Dónde se ha originado todo este asunto de las etiquetas que les quieren imponer a cristianos evangélicos y católicos (estos nombrecitos de fundamentalistas, fanáticos y extremistas religiosos, "ayatolas", guardianes de la moral, terroristas, etc., etc. y sobre todo intolerantes)?


¿Por qué continúamos tolerándola?


¿Por qué nosotros, que fuimos enseñados y le hemos enseñado a nuestros hermanos en la fe e hijos sobre el derecho y el deber que tienen de rebatir ideas negativas y perniciosas, nos vamos a rendir ante las fuerzas modernas del elitismo que quieren suprimir pensamientos y palabras?


¿Quién defenderá el derecho a expresar los valores de la tradición judeo-cristiana, de la civilización occidental, de la heterosexualidad, del matrimonio y la familia tradicional, si muchos creyentes en este tiempo han bajado la guardia, levantado las manos y gritado a las modernas fuerzas que etiquetan a sus opositores: "Me rindo, por favor, no me etiqueten"?


Hemos aprendido, y así también le enseñaremos a nuestra gente que si piensas criticamente acerca de tal o cual religión, eso no te hace un anti-religioso, si toleras la homosexualidad, pero no la celebras, eso no te convierte en un homofóbico y si dices que hay diferencias entre un hombre y una mujer, no por eso eres sexista. ¿Podría alguien prevalecer contra una subyugación de etiquetas tan aplastante? Hace mucho tiempo atrás un hombre en los Estados Unidos descubrió la clave. Se llamó Martin Luther King. La receta es sencilla. Simplemente desobedezca. Pacificamente, claro está. Sin violencia, respetuosamente. Cuando alguien se atreva a decirte como es que tienes que pensar y que decir: confróntalo y no lo obedezcas. Desobedece los protocolos sociales que amenazan y estigmatizan la libertad individual. En ese mismo espíritu desobedece los dictámenes de los medios de comunicación, de los legisladores y de los grupos elitistas del país, esos que quieren debilitar tu derecho a expresar opiniones, incluyendo las morales y religiosas. ¿Por qué? Porque la inevitable consecuencia de esta tiranía de etiquetas y estereotipos es demonizarte y así eliminar el discurso racional en asuntos que son importantes, no sólo para nosotros los cristianos, sino también para el bienestar de toda la sociedad.


Hasta hace un tiempo atrás, un grupo de creyentes en Puerto Rico aceptaban esas etiquetas y las falsas suposiciones que encierran, sin insistirle a aquellos que los etiquetaban que definieran los términos, mientras por otro lado estaba el otro grupo que asumía la postura de alejarse lo más posible de los "nombrecitos" para evitar ser estigmatizados como radicales o extremistas. El problema en aceptar etiquetas sin insistir en una definición, es que un término como "derecha religiosa" (un término que no acepto, porque no somos ni de la derecha, ni de la izquierda, somos ciudadanos responsables que creemos en un evangelio completo), no solo es utilizado para describir organizaciones y personalidades serias y respetadas, sino que también se utilizan para referirse a "asesinos de médicos abortistas", a "pone bombas en clínicas de abortos" y a todo "elemento fanático e indeseable" que pueda existir dentro de la sociedad. Así es que cada vez que alguien quiera etiquetarte por tus convicciones e ideas, tómale un consejo a Sócrates e insiste en que se definan los términos que se vayan a utilizar, sea en una entrevista radial, televisiva o de prensa escrita, para que todas las partes sepan de lo que están hablando. ¿Qué define a algunas personas como miembros de una supuesta "derecha religiosa"? ¿Creer que la vida es sagrada y que comienza desde el momento de la concepción, creer en la innerancia y la relevancia de las Sagradas Escrituras para estos tiempos, creer que la homosexualidad es pecado, creer en expresar nuestros puntos de vista religiosos desde la palestra pública y no privatizando nuestra fe y confinándola a las cuatro paredes de un templo? Si eso es ser parte de lo que ellos denominan la "derecha religiosa", pues compartimos esas ideas, pero no el sello de "derecha religiosa". Pero, ¿qué son entonces los que creen justamente lo contrario? Por las propias etiquetas con las que nos quieren definir, quedarían encasillados como la "izquierda religiosa" o la "izquerda atea" o la "izquierda secular". Solo hay que decirlo e inmediatamente protestarían gritando que eso es "McCarthismo". El gran problema es que el nuevo "McCarthismo" que quieren aplicarnos a nosotros tal parece que corre en un carril de una sola dirección. El pueblo evangélico y católico y sus líderes se cansaron de eso, no lo vamos a seguir permitiendo sin confrontar la tiranía de las etiquetas.


Vale la pena aclararle a todos aquellos cristianos que se quieran atrever a expresar sus ideas sin temor y a desafiar las nuevas normas políticamente correctas, que no olviden que hay consecuencias. El equivalente de los perros de Montgomery y los cañones de agua de Selma, lo son hoy la humillación y la demonización pública. Es que los comentaristas de Univisión, de Radio Isla y otros medios hagan un "field day" con nuestras reputaciones.


No podemos olvidar que estamos en una coyuntura histórica, que estamos luchando por lo que serán los valores que han de prevalecer en este nuevo siglo del cual apenas se termina su primera década. Tenemos que aprender a pensar por nosotros mismos, tenemos que confrontar y antagonizar los nuevos absolutos que nos quieren tratar de imponer. No podemos bajo ninguna circunstancia permitirles acomodo en nuestras vidas.


Tenemos que violentar las malas interpretaciones de lo que es separación de iglesia y estado, de lo que es verdadera tolerancia. Tenemos que ser gente marcada por una verdadera intolerancia. No una que desate odios hacia personas o grupos, sino una que no esté dispuesta a tolerar el error, disfrazado de verdad.




  • Una intolerancia que se atreva llamar las cosas por su nombre. A lo bueno, bueno, a lo malo, malo.

  • Una intolerancia que mantenga los cuentos absurdos y fantasiosos donde deben de estar, en el terreno de la ficción, no de la realidad.

  • Una intolerancia que le ponga un alto a los ataques en contra de la heterosexualidad y a la institución del matrimonio.

  • Una intolerancia, que no solo defienda al recien nacido, sino también al niño por nacer, al minusválido, al enfermo, al anciano, al religioso al preso y ¿por qué no? al homosexual y al heterosexual también, de ataques a sus personas y dignidad.

  • Una intolerancia que no permita la politización de la historia con fines de adelantar opiniones o agendas personales.

  • Una intolerancia que se resista a ceder ante las tácticas intimidatorias de aquellos que han sido atrapados en una madeja de absurdos.

  • Una intolerancia que deje un espacio abierto para aquel que no quiera creer en nada, pero que no socave los derechos de ejercitar su fe a aquellos que si creen.
    Toda esta filosofía de "vive y deja vivir" nunca conducirá al progreso. Todo lo contrario. Mire a su derredor y vea los resultados del experimento relativista. No han sido los "religiosos fundamentalistas" los que han corrido el sistema en las últimas cinco décadas. Han sido los que hoy quieren seguir con su fracasado experimento social.


Lo que si están haciendo muchos en este tiempo es uniéndose al grupo de intolerantes que a través de la historia han derrocado tiranos, puesto en su lugar a racistas, que han traído libertad a los cautivos, y que en minoría dieron sus vidas por las libertades que tenemos hoy. La asignación que todos tenemos es administrarle un purgante a nuestro sistema social y judicial, incluyendo a las estructuras políticas partidistas del país. Eso sería ser un verdadero intolerante. Un verdadero intolerante, no tolerará ni la injusticia, ni la maldad, ni la desinformación, ni la demogogía ni nada que afecte la dignidad de ningún ser humano que porta la imagen de Dios.


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